Miedos, contradicciones, pensamientos
negativos me rondan por la cabeza en cada maldito segundo que paso allí dentro.
Las paredes, la sensación de asfixia,
la impotencia al no poder hacer nada y sentirme un completo fracaso, todo puede
conmigo.
El dolor y la soledad se unen para
hundirme, para que no levante cabeza, pero entonces un sentimiento que creí
haber olvidado se presenta ante mí.
De nuevo, después de tanto tiempo, la
esperanza me invita a caminar a su lado, a no perderme en la oscuridad de mis
pensamientos erróneos.
Entonces, cuando vuelvo a la realidad,
a mis calles, a mi vida corriente, vuelvo a respirar tranquilo y me recuerdo a
mí mismo que ha llegado el momento de aprovechar la vida al máximo.
A vivir sin preocupaciones, a vivir
sin restricciones.
A aprovechar cada instante.
Carpe diem.
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