Carrusel


“En cada vuelta del carrusel, fui perdiendo mi infancia con lógicas sin sentido”


Luces. Luces y sombras.
La hora se aproximaba y con ciertos nervios todos se aglomeraban alrededor de la puerta principal del circo.
Miles de carteles anunciaban las próximas actuaciones que más repercusión habían tenido en las anteriores visitas del circo a la ciudad pero algo había cambiado. Todo en si era distinto.
Las luces excesivas que adornaban a diestro y siniestro todos los rincones de la explanada habían sido sustituidas por focos de luz con tonalidades sombrías.

Las casetas continuas reflejaban la decadencia en cada puesto. Cada juego recreativo que con el paso de los años había sido de gran interés ahora acumulaba polvo entre cachivaches de poca utilidad.
Las puertas del recinto de par en par invitaban a adentrarse en la poca magia que quedaba en el ambiente, pero no fue suficiente, nunca lo es.
Las decepciones no tardaron en llegar y las quejas  y los pocos recursos con los que contaban los circenses se agotaron a medida que las visitas poco a poco se fueron reduciendo a pasos agigantados.
La inestabilidad no tardó en llegar. La falta de ilusión desapareció entre las sombras que poco a poco se internaban en sus mentes.

Los pobres circenses bajaron el telón de sus actuaciones. Las luces se apagaron. Sus risas, sus trucos y su imaginación murieron.
La carpa  que un día cobijo a todos los artistas  se volvió una extraña jaula. Una jaula de inadaptados. De inocentes con dones que un mundo como el nuestro no podría aceptar.

¿Quién les diría a los trapecistas que hoy presentarían su última actuación?

 ¿Quién le explicaría a la joven contorsionista que ya no podría girar sobre si misma bajo los ojos de un público entusiasmado?

¿Cómo se tomarían los artistas que el mundo que les salvo ahora les condenaba?

Con rapidez, las voces, las ilusiones, los sueños entre miles de tonalidades se convertían en meros ecos de un pasado que por desgracia no volverían a recordar.

El dolor lo envolvió todo, la soledad se dejó llevar atrapando un lugar tan bonito como el carrsuel en un objeto tétrico y devastado por el paso de los años.
Y así es como, un lugar tan bonito como aquel, se vio infestado por la realidad de un mundo de grises, de historias corrientes, mujeres y hombres corrientes que vivían en la burbuja de una sociedad enclaustrada por la tristeza y el conformismo.
Con la indiferencia marcando cada paso que el mundo daba, todo cambiaba, todo evolucionaba a peor y los circenses esperanzados creían en un mundo nuevo.

Un lugar en el que volver a brillar.
 Un lugar en el que florecer.
Un lugar en el que volver a sus raíces.
Un lugar que los respete.
Un lugar que los admire.
Un lugar deseado.
Un mundo soñado…

DGANDIA14

David Gandia Muñoz - Lector.booktuber,blogger,escritor y sobre todo soñador.

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